Miguel A. Aviles

Columna invitada

Mi gusto es… (O la otra mirada) | El clima no tiene palabra de honor

El clima no tiene palabra de honor ni hace compromisos inalterables.

Pareciera que toda posibilidad de frío sería hasta más delante y miren pues: una buena lluvia y las mañanas, frescas y nublados echan por tierra todos los pronósticos de los meteorólogos o de nuestra idea de que cada mes ya tiene definido una temperatura específica y no hay marcha atrás.

No. El tiempo es impredecible y qué carajos podemos hacer. Es nuestro amigo irreverente, el de temperamento voluble o incierto que hoy puede ser fiel con respecto a lo que se esperaba desde ayer pero, si así le parece, nada lo detendrá para traernos una frescura decembrina en pleno febrero próximo o bien, un calor de julio inesperado como el que sentí a ratos en esta semana que está por terminar y que obligó a quitarnos todos los trapos que ya cargábamos encima, según nosotros muy invernales.

Pero para qué renegar de él, si nada podemos frente la calma o la tempestad, la brisa o la neblina o el sol intenso que nos pueda traer el nuevo amanecer.

La otredad aquí también se hace presente y hay que aceptarla tal cual venga, tan normal porque es diciembre y quizá echemos ,en los próximos días, un humito por la boca de tan helado que se pondrá o tan común porque es enero o febrero o mayo o septiembre, y las tardes bailarán al son de un ventarrón, tan aplastante porque es tal mes, el que corresponde o el que no le tocaba sortear ese clima y las calles hervirán o capotearan lo frío de un sereno porque el ambiente es inusual para la estación que hoy o el día que quieras transcurre haciéndonos ver, nuevamente, que nada juramenta lo esperado y nada, tampoco, es inequívoco ni para siempre.

II

Los antojos varían según nos dicte la estación del año.

En tiempo de frío, un caldo o una sopa hacen la diferencia.

En tiempo de calor unos mariscos o una ensalada llaman al paladar.

Pero qué hacemos en una ciudad donde muy temprano hace frío y tres horas después llega el calor. O si hoy corre viento helado, pero mañana el calor de nuevo está presente. El menú tiene que extenderse y se acabaron las comidas para una sola temporada.

Ahorita, que es diciembre, un hombre puede tener frente a sí en el Mercado, un plato de menudo y pide además un café caliente. Pero llegará a su casa o volverá más tarde y se morirá por tomarse una cerveza bien helada o un raspado de tamarindo o un vaso de agua fría.

Qué bárbaro, a lo mejor es por todo lo que le hemos hecho, pero tal parece que el clima y las estaciones del año, ya no tienen palabra de honor. ¡No señor, ya no tienen!

Miguel A. Aviles.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.