NUESTRA NAVIDAD
Hoy, nuestras navidades son tan largas que aquella espera infantil porque llegara se ha convertido en la cotidianidad de la mitad del año.
¿Qué nos llevó a esto? ¿La recesión crónica? ¿La necesidad urgente de que acabe el año? ¿La necesidad de un Santaclós permanente que nos regale algo? ¿La urgencia por felicitarnos y abrazarnos? ¿El apuro por desear y nos deseen? Siendo la Navidad un sinónimo de paz y recogimiento al lugar del nacimiento, del nido, al ser cada vez más larga, nos demuestra necesidad y carencia y por eso la Navidad empieza en julio, impuesta primero por el comercio y va creciendo hasta convertirse en un largo final.
Es quizás una sensación de la edad, pero ahora el tiempo es tan rápido como la vista, y entre un año y otro, la velocidad de acontecimientos y la superficialidad de la conciencia de éstos nos hace insensibles. A los mexicanos, una prueba de esto, es algo que se ha dicho mucho: la indiferencia frente a la violencia. La estadística de muertos y desaparecidos es como una cosecha que nos regalamos al final del año y al cual vamos aderezando con la nueva fiesta llamada el Buen Fin, que fue construido como puente, ante un espíritu navideño tan largo que debe materializarse en consumo.
En el fondo lo que buscamos es renacer, ser otros, abrir nuevos ciclos, pero siempre acabamos gustosos, abrazándonos a las derrotas, diciendo que todo es lo mismo. Nuestras únicas referencias reales son nuestros achaques y ver los cambios de nuestros amigos y familiares. Su transformación es un referente objetivo de nosotros mismos y nos dice que la vida no es un ciclo cerrado ni una metafísica, sino que los cambios en la naturaleza continúan… pese al sentimiento mundano y conservador de que nada cambia.
Ya para el día de Reyes veremos para dónde apunta este país que ahora se mueve por sus contradicciones. Por ahora enviémonos el mejor de nuestros abrazos y no rezonguemos de nuestro presente. Felicidades a todas y todos.