por Timoteo Lue
EN LA IZQUIERDA TAMBIÉN HAY MELODRAMAS
….para Carlos Marx, en su aniversario de muerte.
El melodrama es una obra teatral donde se conjugan el drama con lo sentimental y la música. Así está definido esta palabra. Por lo tanto, ¿Quien dice que el melodrama es de derecha? Que solo los ricos cuenta con el monopolio del melodrama pince Una burguesía desdoblada entre su falaz discurso moral y su corrupta realidad, su mito de estabilidad familiar y el baile de traiciones de lo cotidiano.
Va una historia melodramática de la izquierda, es decir, un dramatis personae:
Fede, 31 años, apuesto, jovial, gran bebedor de cerveza, elegante. Joven que quiere ser sociólogo y analista político, pero bajo presiones de su padre, se ve obligado a trabajar como empleado comercial, actividad que aborrece. Vive en amasiato con María, una obrera textil que laboraba en una de las fábricas de su padre. Con el dinero que gana, prácticamente mantiene a su amigo Carlos, activista y pensador político; le sirve de mecenas. Que Carlos pueda hacer lo que él no puede.
Jenny, 37 años. Hija de la aristocracia provinciana, porfiriana, como si dijéramos, que se ha unido Carlos y Jenny, quien en esos momentos tienen dos hijas de uno y dos años.
Carlos, 33 años, jovial, rechoncho, obsesivo, persistente, exiliado político; empeñado en un análisis social, que algún día le permitirá encontrar las palancas con las que cambiar el mundo.
La historia se inicia al principio de los años cincuenta, cuando en el invierno nace el primer hijo varón de Carlos y Jenny, Guido, que se muestra enfermizo. Paralelamente, también Elena se encuentra embarazada, misteriosamente, sin haber tenido en los últimos meses ningún noviazgo ni relación abierta con hombres ajenos a la familia a las visitas.
La casa de Carlos y Jenny es miserable. En dos pequeños cuartos se hacinan los niños y cuatro adultos, pues se ha sumado al grupo una comadre de Jenny. Y Carlos suele trabajar en la biblioteca pública en sus artículos y ensayos y a veces, entre conspiración y conspiración con otros grupos de exiliados, da conferencias en clubes obreros.
La situación económica es patética, a veces se ven obligados a llevar al Monte de Piedad las ropas de la familia para poder comer; la enfermedad ronda a los habitantes de la casa.
Fede los visita con gran frecuencia, colabora en los trabajos de Carlos y su llegada al hogar aporta la única fuente de alegría (y de recursos).
En abril del 51 nace el hijo de Elena, que habrá de llamarse Enrique Federico (š!) y será entregado para su crianza a una familia obrera.
Los rumores, las maledicencias, atribuyen la paternidad del hijo de la sirvienta a Fede, el cual sin afirmarlo, tampoco lo niega; aceptando de hecho la veracidad de los rumores. La extraña y tensa situación no parece afectar sin embargo la vida diaria de la casa.
El hijo varón de Carlos muere, Enrique Federico crece al margen de la familia, será obrero y más tarde técnico, tendrá un hijo, mantendrá relaciones amistosas con las hijas de Carlos, verá con alguna frecuencia a su madre.
Al paso de los años, más de 40, y tras la muerte de su gran amigo Carlos y de Jenny, Federico enferma de gravedad y en sus últimos días de vida convoca a su amigo Samuel y le hace la siguiente confesión:
Enrique Federico, el hijo de Elena, era hijo de Carlos y no mío. Te autorizo a que hagas esto público sólo en el caso de que se me acuse injustamente de no haber cuidado de ese niño.
Y bien, si el melodrama cursi es un género de derecha, parece posible que lo sea con personajes de izquierda.
A estas alturas el lector, presumiblemente progresista, ha decidido que a él no le gustan las telenovelas, que esta historia es bastante mensa, vale literalmente madres, y le vale un cacahuate las penurias de Carlos y la generosidad encubridora de Fede.
Pero si Carlos se apellida Marx y Fede(rico) es Engels y Jenny es Westphalen, y Elena es Helen Demuth, la archiconocida Lenchen, que fue el verdadero sostén de la familia Marx, y la casa es el pequeño departamento del 28 de Dean Street y efectivamente estamos en el medio siglo, pero en la mitad del XIX, y los Marx se encuentran en Londres, exiliados tras las derrotas de la oleada del 48 en Europa continental, la historia de Frederick Demuth, el único hijo varón y no reconocido de Marx, se vuelve relativamente interesante.