COVID-19
Ahora un estornudo es una agonía; un beso, un terror. Momento perfecto para que los mandones del mundo aprovechen y echen andar su maquinaria de manipulación, política, ideológica y religiosa, porque de los contrario será castigo divino.. Toda la fiebre amorosa que representa el inicio de la primavera ha sido reprimida y ha sido convertida en un gran hospital de peste y tapabocas.
Se presagian grandes conflictos tras los ejercicios de manipulación, aislamiento, miedo y desconfianza hacia el vecino. Las declaratorias de las autoridades de salud son cartas patrióticas ante el terror viral. Hoy, el solo hecho de estornudar, según lo visto en las noticias, es razón suficiente para entrar en conflicto de pánico.
Ha quedado demostrado en la historia de las epidemias que cuando todos portan tapabocas, se desconfía de todo, sospechando contagio y dejando a las autoridades no solo la última, sino la única palabra. Esto nos puede llevar a la histeria colectiva, el odio y al desconfianza.
Cuando hay hay una información precisa y confiable estamos a un paso de la militarización, por eso el virus es un protagonista, casi único, mas de la descomposición política que vivimos. Y así poco a poco estamos pasando de la minimización y trivilización del tema del coronavirus al extremo del alarmismo. El protocolo de salud basados en los datos precisos sobre el carácter exponencial de la epidemia a seguir, no existe, y los que se manejan son confusos.
Por eso, un estornudo es una agonía