Soberbia, incultura y desdén
Por: Príncipe Carlos
Estar dentro del servicio público es una oportunidad y un privilegio que pocos tienen y que se da cada determinado tiempo. No son trabajos que puedan considerarse como un patrimonio laboral, salvo casos muy excepcionales. En consecuencia, un empleo de este tipo debe considerarse siempre como temporal, y como son responsabilidades que pueden durar –dependiendo de en qué lugar se cuelen–, entre tres o seis años, cuando mucho, es importante saberlos cuidar no sólo con dedicación y ética, sino con algo que es todavía más importante: primero capacidad y después humildad.
Lamentablemente, hay personas que una oportunidad de esta naturaleza la ven llegar como un privilegio de dioses, y desde el momento mismo que asumen semejante compromiso (que en la mayoría de las ocasiones desarrollan con toda irresponsabilidad), pretenden erigirse como personas de nivel superior, arrogantes y déspotas, que tratan de encubrir su incapacidad en el desempeño de sus funciones con soberbia y altanería, dañando no solamente la imagen propia, sino también de quienes le dieron la oportunidad de ocupar ese cargo público. Aunque en este caso, el nivel de connivencia es tan evidente que poco importa el qué dirán. Finalmente la cabeza principal –Sara Valle–, está tan perdida que una subalterna inepta no cala.
El caso de Brenda Arleth Barajas López, directora del IMCA -cuyo único mérito para asumir la representación de la cultura es ser recomendada por una amiga común tanto de ella como de la alcaldesa, y que como vendedora de publicidad es excelente; pero como culturera es una nulidad-, reviste de especial importancia, ya que la funcionaria de marras ha mostrado una insolencia absoluta, quizá creyendo que se eternizará como encargada del IMCA, humillando un día sí y otro también a su personal, evidenciando con esos actos despóticos y en tan poco tiempo, su paso grisáceo por el vetusto edificio de la calle 14 y Serdán
Han transcurrido escasos cinco meses de haber llegado a su puesto y Brenda Arleth de manera deliberada se enfrenta a todos aquellos a quienes debería apoyar, menospreciando con infinita soberbia a casi la totalidad del personal, exceptuando a algunos de sus incondicionales. No se le conoce de algún proyecto cultural en especial, salvo dos o tres bobadas que han pasado inadvertidas por carecer de la estatura cultural que merece nuestro puerto.
Es tanta la animadversión que provoca su persona, que entre su misma gente le está preparando intrigas palaciegas, mismas que pronto verán sus frutos. Recargada en una amistad con la primer edil, la directora de bibliotecas, una inepta y gris servidora pública de nombre Vilma Edith Pérez Cervantes, mete cizaña contra su jefa inmediata y no es de extrañar que antes de que termine esta quincena del 15 de mayo, la encargada del IMCA “presente su renuncia por motivos de salud”. No se justifica, pero es una pena que ella misma provoque situaciones tan lamentables como éstas. O sea, que Brenda Arleth Barajas López
no creo que permanezca durante tres años cobrando quincenas del erario municipal. Además de su comprobada incultura, es una pena que hoy sea el prototipo de aquellos que se marean rápidamente con el poder, aunque éste sea efímero. Por algo el afamado Luis Spota decía: “El poder ataranta a los sens