Mi gusto es… (O la otra mirada) | El clima no tiene palabra de honor
El clima no tiene palabra de honor ni hace compromisos inalterables.
Pareciera que toda posibilidad de frío sería hasta más delante y miren pues: una buena lluvia y las mañanas, frescas y nublados echan por tierra todos los pronósticos de los meteorólogos o de nuestra idea de que cada mes ya tiene definido una temperatura específica y no hay marcha atrás.
No. El tiempo es impredecible y qué carajos podemos hacer. Es nuestro amigo irreverente, el de temperamento voluble o incierto que hoy puede ser fiel con respecto a lo que se esperaba desde ayer pero, si así le parece, nada lo detendrá para traernos una frescura decembrina en pleno febrero próximo o bien, un calor de julio inesperado como el que sentí a ratos en esta semana que está por terminar y que obligó a quitarnos todos los trapos que ya cargábamos encima, según nosotros muy invernales.
Pero para qué renegar de él, si nada podemos frente la calma o la tempestad, la brisa o la neblina o el sol intenso que nos pueda traer el nuevo amanecer.
La otredad aquí también se hace presente y hay que aceptarla tal cual venga, tan normal porque es diciembre y quizá echemos ,en los próximos días, un humito por la boca de tan helado que se pondrá o tan común porque es enero o febrero o mayo o septiembre, y las tardes bailarán al son de un ventarrón, tan aplastante porque es tal mes, el que corresponde o el que no le tocaba sortear ese clima y las calles hervirán o capotearan lo frío de un sereno porque el ambiente es inusual para la estación que hoy o el día que quieras transcurre haciéndonos ver, nuevamente, que nada juramenta lo esperado y nada, tampoco, es inequívoco ni para siempre.
II
Los antojos varían según nos dicte la estación del año.
En tiempo de frío, un caldo o una sopa hacen la diferencia.
En tiempo de calor unos mariscos o una ensalada llaman al paladar.
Pero qué hacemos en una ciudad donde muy temprano hace frío y tres horas después llega el calor. O si hoy corre viento helado, pero mañana el calor de nuevo está presente. El menú tiene que extenderse y se acabaron las comidas para una sola temporada.
Ahorita, que es diciembre, un hombre puede tener frente a sí en el Mercado, un plato de menudo y pide además un café caliente. Pero llegará a su casa o volverá más tarde y se morirá por tomarse una cerveza bien helada o un raspado de tamarindo o un vaso de agua fría.
Qué bárbaro, a lo mejor es por todo lo que le hemos hecho, pero tal parece que el clima y las estaciones del año, ya no tienen palabra de honor. ¡No señor, ya no tienen!
Miguel A. Aviles.