CIRCO MAROMA Y TEATRO

EL DEMAGOGO

A lo largo de su trayectoria política. Andrés Manuel López Obrador ha tenido el fino cuidado de mantener una imagen integra frente al pueblo. No ha sido nada fácil, sobre todo en las leyes escritas y no escritas de la política y los intereses que mueven a esa clase política tan corrupta que hemos tenido durante décadas.

Andrés Manuel sabe del desprestigio del que gozan partidos y legisladores y por ello, de la misma manera que ha hecho anteriormente, le parece cómodo esconder la mano y responsabilizar a quien sus seguidores ya han enjuiciado, gracias a él, como «traidores».

Hoy, muchos, que por conveniencia siguen a López Obrador, mantienen la cabeza agachada ante el temor de ser acusados de traidor, lo cual se dosifica a cambio de «lealtad» para poder mantener una candidatura perpetua. Es fácil montarse sobre el desprestigio de otros políticos y de partidos. Su desprestigio y las fustigaciones sirven, sin embargo, para ocultar la incoherencia propia y el estado de liquidación de su propia fuerza. Es fácil que el fanatismo diga que una cosa son sus subalternos y otra cosa que digan que el es un semidios.

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